Liderazgo Femenino, ¿cosa de mujeres?

El liderazgo no es nada y lo es todo, y además está de moda. No es nada porque es un intangible, muy difícil de medir, y lo es todo porque sin él no se consiguen resultados. Pero, ¿qué tipo de resultados queremos?
En un mundo dominado por la codicia, la ambición y la competitividad agresiva -comportamiento tradicionalmente asociado al liderazgo masculino– se necesitan nuevos patronos de gobernanza basados en valores más compasivos, empáticos y colaborativos si queremos construir una sociedad más justa, creativa y solidaria, capaz de afrontar los retos globales. Hemos necesitado la mayor crisis global del capitalismo para darnos cuenta de ello.
Afortunadamente cada vez se habla más de la aportación de las mujeres a la gestión, con un estilo de liderazgo más humano. Éstas, por naturaleza, son por norma general auténticas maestras en el arte de empatizar con el prójimo, cuidar de la tribu y colaborar para gestionar sus múltiples tareas con flexibilidad y creatividad. Es lógico, por tanto, pensar en fomentar la participación de las mujeres en posiciones de liderazgo ejecutivo en empresas y organizaciones -un terreno eminentemente varonil- para que puedan implementar su estilo de liderazgo en posiciones de poder y así cambiar las cosas.
En este mundo todavía patriarcal, sin embargo, las mujeres no lo tienen fácil. Deben pelear con mentalidades y culturas corporativas de siglos pasados y además con las renuncias personales y familiares que significa relanzar su carrera profesional.
A menudo, las que han pagado este peaje y llegado a la cima han utilizado un proceso de masculinización tipo el arquetipo ‘dama de hierro’ (Margaret Thatcher incluso llegó a adaptar su voz para hacerla más grave y ganar credibilidad entre los hombres). Algunas otras se han beneficiado de un sistema de cuotas que pretende garantizar la igualdad de géneros, pero a veces a cuesta de saltarse la ya de por si mermada meritocracia (persiguiendo la igualdad saltándose la igualdad).
Muchas otras, auténticas heroínas, han conseguido labrarse un hueco y escalar sin renunciar a su estilo femenino y, eso si, haciendo malabares para conciliar vida personal y profesional. Afortunadamente también existen hombres que de forma natural aplican un estilo de liderazgo femenino. Son hombres empáticos, bondadosos y colaborativos, cualidades que a menudo se sintetizan en un estilo de liderazgollamado servil.
Y los hombres ¿debemos esperar a que las mujeres sean mayoría en el poder para cambiar las cosas? Como casi siempre, la sabiduría oriental tiene respuestas para todo lo esencial. El liderazgo es cosa de cada uno y cosa de todos. Confucio fue el primero, 2500 años atrás, en definir el ser humano virtuoso, eso es, el individuo que empieza por liderarse a si mismo. Sólo una vez éste demuestre su capacidad de liderazgo personal, estará preparado para dar el salto y liderar una familia, una comunidad, una empresa y un estado, sucesivamente.
Y su coetáneo y admirado Lao Tse fue el pionero en reivindicar la importancia de desarrollar el lado femenino presente en toda persona. Él lo llamó energía Yin, simbolizada por lo femenino, la opuesta y complementaria a la energía Yang, simbolizada por lo masculino. Esta distinción es muy relevante por dos motivos. Primero, porque trasciende el debate de género, pone a la persona en el centro, lo que permite tanto a mujeres como a hombres, sin distinción, trabajar en sintonía hacia el desarrollo del liderazgo Yin y Yang buscando la armonía. Segundo, porque supera la problemática del lenguaje. Evita hablar de femenino y masculino, por lo que integra ambas manifestaciones de estilos en un todo, y así nadie se siente excluido. Como el sabio taoísta decía, el Yang quiere imponerse al Yin por la fuerza, pero al final siempre acaba venciendo el Yin, seduciéndolo.
En un mundo eminentemente Yang, los hombres deberíamos aprender de las mujeres para despertar así la energía Yin que todos llevamos dentro. El universo lo agradecerá.
En conclusión:
1. Mujeres y hombres deberían trabajar conjuntamente para fomentar la participación libre y meritoria de las mujeres en el trabajo, poniendo especial énfasis en la conciliación, la equidad salarial y la flexibilidad laboral.
2. Las mujeres no deberían renunciar a su estilo, personalidad y valores Yin para hacerse un hueco en un mundo de hombres.
3. Los hombres deberían tomar a las mujeres como ejemplo y referente para despertar y desarrollar el liderazgo Yin, que yace latente en su interior.